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Dos participantes del Rally “El Cairo-Dakar”, se detienen por equivocación en el campamento y uno de los pilotos se comporta de manera prepotente y desafiante.
Gacel, el hijo mayor de los Sayah, le recrimina su actitud despectiva y el individuo ciertamente enojado, arroja aceite en el agua, impidiendo así que el pozo pueda ser utilizado de nuevo por los Sayah.
Gacel, digno hijo de su padre, piensa que tal afrenta debe tener su castigo.

Opinión:
Esta novela denuncia los desastres que el hombre llamado “civilizado” provoca en pueblos presuntamente menos “civilizados”, pero con tradiciones, religión, estilo de vida, costumbres y normas éticas propias – que nos pueden parecer más o menos atrasadas – pero en definitiva una cultura, que es de suyo propia.
El Tuareg nos muestra los desastres que como de costumbre son provocados por los mismos de siempre, gente que sólo vela por sus propios intereses, siempre de tipo económico, y a los que no parece preocuparle lo más mínimo las consecuencias de sus acciones, que aparecen siempre bañadas con la prepotencia del que se siente superior a otra raza y con todo el derecho del mundo para despreciar otras culturas, de las que algunas de ellas tendrían mucho que aprender.
Ya sabemos que el mundo está funcionando así, pero no está mal que de vez en cuando se nos recuerden estas cosas.
Esta novela denuncia los desastres que el hombre llamado “civilizado” provoca en pueblos presuntamente menos “civilizados”, pero con tradiciones, religión, estilo de vida, costumbres y normas éticas propias – que nos pueden parecer más o menos atrasadas – pero en definitiva una cultura, que es de suyo propia.
El Tuareg nos muestra los desastres que como de costumbre son provocados por los mismos de siempre, gente que sólo vela por sus propios intereses, siempre de tipo económico, y a los que no parece preocuparle lo más mínimo las consecuencias de sus acciones, que aparecen siempre bañadas con la prepotencia del que se siente superior a otra raza y con todo el derecho del mundo para despreciar otras culturas, de las que algunas de ellas tendrían mucho que aprender.
Ya sabemos que el mundo está funcionando así, pero no está mal que de vez en cuando se nos recuerden estas cosas.

atte, Deborah Tveter
